EL PELIGRO DE LAS DIETAS


Se acerca el verano y comienza el bombardeo de las dietas en prensa, televisión e Internet. El cuidado del cuerpo cada vez es más importante, aunque hace ya muchos años que ante la perspectiva de quitarnos el abrigo y empezar a ponernos ropa más ligera, se desata la fiebre por perder esos kilos de más que hemos ido acumulando durante el invierno: es la denominada "operación bikini". 

 

 Aparecen dietas de todo tipo, pero con una característica común, todas ellas prometen una gran pérdida de peso en poco tiempo y sin grandes esfuerzos. 


La publicidad hace que resulten atractivas, pues suelen venir avaladas por alguna celebridad que dice haber perdido mucho peso en poco tiempo de manera fácil y nunca haberse sentido mejor. Otras veces nos muestran fotografías de "casos reales" que nos muestran el antes y el después. 

 

 Hay dietas para todos los gustos, las que llevan el nombre de un alimento, las que reducen drásticamente la ingesta de calorías, las que suprimen completamente un grupo de nutrientes o las que se hacen a días alternos. Todas prometen milagros, adelgazar mucho beneficiando al tiempo la salud. Sin embargo, se ocultan los peligros que estas dietas conllevan para la salud, tanto física como mental. Si fuéramos conscientes de las consecuencias tan negativas que estas dietas pueden tener en nuestra salud, no seguiríamos repitiendo el mismo error año tras año.

 

El principal problema de estas dietas es que, no sólo no funcionan, sino que pueden ser el camino hacia la obesidad. Es cierto que se pierde peso, pero esa pérdida dura poco tiempo y el peso se recupera en seguida, por lo general, con algún kilito de propina. Suelen ser dietas muy restrictivas, monótonas y difíciles de seguir por un periodo prolongado. Esto provoca que se tengan tentaciones de comer esto o lo otro y, en el momento en que se cae en ellas, es prácticamente imposible volver a la dieta y los kilos empiezan a recuperar su sitio. Es lo que se llama el "efecto yo-yo" o "efecto rebote".

 

 Otra de las razones por las que no funcionan es porque el metabolismo se ralentiza cuando disminuye la ingesta, de manera que, aunque los primeros kilos se pierden rápidamente, cada vez resulta más difícil adelgazar. Además, no se cambian los hábitos de alimentación por otros mejores, más bien al contrario, las dietas son tan restrictivas que quien las hace está deseando acabar  para comer lo que le gusta y volver a sus antiguas costumbres, con lo que la recuperación del peso está garantizada. No quiere decir que no haya excepciones: hay quien en un momento puntual de su vida hace una dieta y logra mantenerse, pero no es lo habitual. También depende de otros factores, no es lo mismo tener que perder 5 kilos que 25.

  

Muchas de estas dietas provocan desequilibrios en el organismo y carencias nutricionales que pueden tener graves consecuencias para la salud. La falta de alguno de los grupos de nutrientes o el escaso aporte de vitaminas y minerales, imprescindibles para que el organismo pueda realizar sus funciones, puede conducir a trastornos muy peligrosos para el mismo. Por otra parte, en una dieta desequilibrada no siempre los kilos que se pierden son de la grasa acumulada en el tejido adiposo, sino que pueden ser de tejido muscular o incluso solo de agua. Otras consecuencias negativas de estas dietas pueden ser malnutrición, deshidratación, fatiga, atrofia muscular, acidosis y riesgos para la salud del corazón.

  

Cuando se hace dieta o se disminuye drásticamente la cantidad de calorías diarias durante un periodo prolongado de tiempo, el cuerpo se adapta a esta nueva situación de escasez de alimentos aprendiendo a ignorar el hambre, pero esto provoca que, cuando vuelve a haber disponibilidad de alimentos, es decir, cuando se da por terminada la dieta, el cuerpo intenta almacenar lo más posible, volviendo, como ya se ha dicho a la recuperación del peso en poco tiempo, provocando en la persona una tremenda frustración. Las personas adictas a las dietas que, por desgracia, son muchas, repiten periódicamente este proceso de perder peso, cada vez con mayor dificultad y recuperarlo con algún kilo añadido. La impotencia y frustración que esto provoca puede desembocar en depresión, desordenes alimenticios como anorexia o bulimia, especialmente en los más jóvenes y, muy probablemente, en obesidad y diabetes.

 

Para adelgazar de manera sana es imprescindible hacerlo de manera lenta, sin excluir ninguno de los nutrientes esenciales y sí evitando lo que todos sabemos que engorda y es poco saludable como la bollería industrial, los refrescos, embutidos y en, general, la comida rápida o preparada. Incluir en nuestra dieta frutas y verduras y hacer ejercicio a diario. Es muy aconsejable el asesoramiento nutricional de un profesional que, según nuestras condiciones de salud y modo de vida, nos preparará una dieta personalizada y equilibrada.